3 cuentos de terror cortos en Monterrey (narrados y para leer)

¿Te gustaría leer cuentos cortos de terror, narrados y para leer, ambientados en la ciudad de Monterrey?

Si te gusta la literatura de terror, horror y misterio. Y estás buscando algunos cuentos originales y contemporáneos para escuchar y para leer.

O si estás buscando inspiración para escribir porque tú también quieres atreverte a publicar tus propios libros. Pero aún no estás segurx cómo empezar a escribir tus propias historias.

A continuación te dejo 3 cuentos de terror que escribí para mi nuevo libros de cuentos de terror en Monterrey.

En otra entrada del blog te cuento cómo fue el proceso creativo para escribir estos cuentos. Si te gustan, deja un comentario al final de este post contándome qué tal te han parecido, me encantará leerte.

Por otro lado, si a ti te gustaría escribir y publicar tus propios libros de poemas, historias, cuentos, relatos de ficción, o de tus viajes y experiencias de vida. Cuéntame en comentarios qué te detiene de escribir o porque sientes que no te gusta lo que escribes..

Me ayudará mucho leerte para compartir aquí en el blog información que te ayude a superar esos obstáculos creativos. Para que tú también puedas dar a conocer al mundo esas historias, bien escritas, que te gusten a ti y a tus lectores.

3 cuentos de terror (cortos) ambientados en la ciudad de Monterrey

Mira el siguiente video para escucharme leer estos 3 cuentos de terror y horror. Ojalá te gusten 😉

Te dejo a continuación los títulos y el minuto donde aparecen cada uno. También si justo ahora no los puedes escuchar o prefieres leerlos tú. Después del video te adjunto por escrito cada uno de estos cuentos.

  • Las vampiras – minuto 0.18
  • Amigos del vecindario – minuto 4.20
  • Amor propio – minuto 6.15

¡Qué disfrutes! Y si te gustan, comparte en tus redes y comenta al final de este post qué tal te han parecido.


Las vampiras – cuentos de terror en Monterrey

—Wei, ¿por qué la invitaste? Es bien rara.
—Pues por eso pendeja. Estoy harto de la misma pinche gente siempre, ¿tú no?
—Ay pues sí pero, osea hay límites. Se llama decencia.
—Se llama no ser tan pinche sangrona María Luisa.

—¿Qué, te la quieres cojer o qué?
—¡Oíla! No todos somos tan putita como tú ¿eh?
—Putita tu cola wei, ¿qué te pasa?

—Te diste a Gibrán, a José, a Emmanuel, ¿cuántos llevas? Y todavía falta un buen para que acabe el año. ¿Quieres batir récord o algo?
—Mira estúpida, que yo sí tenga vida sexual, no como mis ojos aquí, no significa que sea una puta. Significa que soy una mujer libre y empoderada, no una pinche monja, que abundan aquí.
—Ay sí, ¿desde cuándo te hiciste feminazi según tú?
—Wei, las feminazis son lesbianas ¿qué te pasa? Yo no soy así…
—Ajá.

—Oye ¿pero quién te dijo de Gibrán? A nadie le conté lo de Gibrán.
—Pues Gibrán pendeja, ¿quién más?

—¿Qué? ¡Pinche Gibrán! Me cagan los hombres neta, son unas chismosas todos.
—Eh-eh. El hombre es un animal social María Luisa, tenemos que comunicarnos para entender el mundo. Como si no supieras.
—Como si no supiera que están bien puñetas la mayoría.
—Mmm-mh. Hay que saberlo amiga. ¿Oye has visto a Elena?
—Mmmh… sí, andaba por aquí, la vi platicando con tu amiga la rara.
—Que no es mi amiga wei.
—Ah perdón, tu novia.
—Pendeja…estás ofendiendo mi espíritu científico, ¿sí? Te la bañas.

—¡Híjole! Eres tan transparente Ricardo, ¿por qué no admites que te quieres cojer a la rara y ya? Qué tampoco la veo por cierto. ¿Dónde está?
—¿No se habrá ido con Elena? Ya ves como de pronto le sale lo macha.
—Vamos a buscarlas.
—Wei, pinche anaconda que eres neta. Pena me das.

—Oite amiga, ¿la que no coje en hace cuánto? Que ahora anda viendo a ver si aflojan las lesbianas.

—Mira mi amor, contrario a Gibrán, yo no le ando chismeando mis conquistas a medio Monterrey.
—Nada más porque no conoces gente en Monterrey, Ricardo, si nunca sales de San Pedro.
—¡Ay sí!, la muy vivida tú. Nomás porque el TEC está en Monterrey, sino tú tampoco saldrías.

—Oye mira Elena ahí va. ¡Elena!
—Ay amigos holi, qué ondi.
—¿Dónde andabas desaparecida?
—Pues por ahí.
—Andabas cojiendo ¿verdad?
—Tsss ya sabes… está bien pinche aburrida esta fiesta.
—Ay ya se…
—Wei ¿con quién?
—¡Ay amiga! Esas cosas no se dicen ¿me viste cara de Gibrán?
—Wei, chingado, ¡pinche Gibrán!
—Bueno, oigan amigos, me tengo que ir.
—¿Qué? ¿Por qué?

—Mi mamá de loca estúpida wei, que según ella necesito disciplina. En… cuatro horas exactamente le tengo que ir a abrir el negocio. Hazme el chingado favor. Si es tu pinche negocio pendeja ábrelo tú.
—A ver dile.
—Ay sí wei, ni que estuviera pendeja, me deshereda.
—Qué difícil tu situación amiga, neta.
—Ya sé wei, pobre de mí.

—Oye Elena, ¿qué tienes en la boca?
—¿Eh? ¡Ah! ¿Ya fueron a la cocina? El Teo y sus amigos se pusieron hacer drinks. ¡Están bien ricos! Pero mancha ese pedo, aguas.
—Ajá…
—Bueno, me tengo que ir. ¡Mua! Besitos sin covid amigos, nos vemos.
—Byeeee…

—Wei, Elena también es medio rara no.
—Leve… pero su mamá está loca wei, ¿qué esperabas?
—Mmmh ya sé, ¡oye mira, ahí va la rara! ¿ya se va?
—No sé wei, detenla.
—Ay no, ¿yo por qué? Tú la invitaste, detenla tú.

—Bueno ya equis, vamos por esos drinks.
—Ajá… oye, ¿sí viste que la rara también tenía algo en la boca?
—No, ¿qué?
—Algo rojo wei… ¿no dijo Elena que le dolía la panza hace rato? Que porque sus días no sé qué.
—No, no sé wei… ¿crees?
—Ay no, qué pinche asco no mames.


Amigos del vecindario – cuentos de terror en Monterrey

Se mudaron de noche. Pero a la tarde siguiente me encontré a los niños jugando con su gato. Me acerqué, y me gustó que eran amigables. Hace mucho que no veía a otros niños en el vecindario. Jugamos al doctor.
El gato estaba muy enfermo y teníamos que operarlo. No me gustó cómo se retorcía.
—Creo que no le gusta… —dije.
—A nadie le gusta ir al doctor —dijo la niña, haciendo otro movimiento curativo—pero hay que ir para estar mejor. ¿Ves cómo ya se curó? —me dijo sonriente, su hermanito con el gato como dormido, ya quietecito entre sus brazos.
—Sí…—dije.
Como ya estaba oscureciendo me despedí, pero quedamos en volver para jugar al día siguiente.
—Mañana tú puedes ser el paciente. —me dijo la niña.
—¡Sí! —contesté radiante, cuando me despedí.

De regreso, entré de puntitas a mi casa. Mis papás estaban en la sala viendo su gran tele. No voltearon a verme cuando entré y rápido me escabullí a poner mi ropa en la lavadora.
Mamá se ponía furiosa siempre que llegaba lleno de lodo a casa y me dio la impresión que era mejor poner mi ropa a lavar sin decirle esta vez.
—¿Todo bien mijo? —la escuché decir desde la sala cuando accioné la lavadora.
—¡Sí! —contesté fascinado de ver cómo de pronto se ponía toda roja el agua.
—¡Hice nuevos amigos con los vecinos hoy, mañana iré a jugar con ellos! —les dije, desde la lavandería.
—Ah, muy bien tesoro. Me alegro. —contestó mamá.

Miré mi reflejo en la ventana, ¡no me había visto! ¡También tenía que lavarme! Y subí al baño tarareando. Feliz de ya por fin tener nuevos amigos con quién jugar en el vecindario.


Amor propio – cuentos de terror en Monterrey

Un segundo antes de romper a la chingada el espejo frente a él, un relámpago fracturó el cielo, iluminando toda la habitación, así como el semblante de un reflejo que toda su vida le pareció repugnante, y por primera vez, Ur entendió por qué siempre había tenido que soportar la depredación de todo el mundo.
—Es el deseo —se dijo, —el deseo yace en mí, en mí se encarna, soy su poseído.
Para librarse de él, Ur agarró un cuchillo, y lo deslizó profundo y lento por su cuello.


Espero te hayan gustado estos cuentos 😉 Si quieres escríbeme tus comentarios a continuación.

Deja un comentario