Dana Espinosa | BIG WAVES 1

gran pavorreal onírico color azul cobalto | #46

Sentía una inmensa ira caliente como las nubes esta noche, aunque aquí quiero contarte que no como tal las nubes estaban en cosmogónica sincronía con mis sentimientos ¿Qué tal si no nos están gritando con sus truenos y en vez nos están cantando con su más grande amor, más fervorosa voz? Sin embargo nos hemos inventado que sus voces se ven así:

y que el sonido de ellas sólo causa temor. Me sentía muy enojada contigo porque no solo es estar triste-ahogada, frustrada a lo irracional, abatida en un letargo, hecha girones. No solo es estar, en una escala de uno al diez, al mismo tiempo languidísima/cansadísima sobre la cama. Como no solo había una cucaracha en la cocina y no solo me tomé un té de mango hace rato ¿Cómo era la cucaracha? ¿A qué sabía el té? La cucaracha estaba con la barriga hacia arriba moviendo sus antenas de manera alternada, sacudiendo sus patas con desesperación y sin coordinación específica. Era café oscura. El té sabía a amargodulce mango; color durazno, sin la fruta; servido en una taza naranja claro, el color ¿Qué más puedo decir para precisar?

Mi locura proviene de que nada anterior o posterior a estas palabras es cierto: la cucaracha estaba en realidad tumbada en el angosto patio a un costado de la cocina. También me inventé que movía las antenas porque no recuerdo haberlo visto como tal, solo me lo imagino por la pequeñez de su cuerpo y la inmediatez en espacio entre las antenas y las patas, que sí se encontraban en alborotado movimiento. Y aún así, ¿qué tal que no estaba intentando voltearse sobre su lomo y estaba frotándose las patas porque alguna le picaba? Café oscura se inclina más

hacia el azul en mi mente, en la mente de mamá estoy segura que sería una cucaracha café cobrerojiza.

Mi té de mango estaba caliente, no tanto como para causar la quemadura entumecedora que le gusta a mamá; no hay manera de describir su amargo porque alguien podría estar pensando en café, el grano, sin azúcar, mientras yo estoy pensando en lo amargo que me parece la comida sin sabor. Tampoco lo siento en la punta de la lengua, pero por alguna razón, dentro del espectro al que llamamos “dulce” lo incluyo sin dudar; su color durazno no era era el de la fruta en su mejor punto, más bien era un color deslavado, turbio por ahí entre lo cálido del naranjamarillo suave, tranquilo. Por último, la bolsita de té tenía un mango ahí metido que no vi, es verdad. Pero hago juramento que también sabía a tal.

Ahora, hasta este punto sigo y seguiré mintiendo porque aunque yo dibuje a mi cucaracha, a mi taza de té y a mi cielo:

aquí en el papel no están frente a tu cuerpo sus presencias montando teatro, aún cuando lo estén en este presente escenificado que no es tu presente de lectura.

¿Por qué me escribes esto? Pues es que no sé cómo explicarle la bestia que traigo dentro, tengo que pensarlo bien antes, no puedo darme a entender en medio de la conversación, usted siga leyendo. Quizá tendrías que preguntarte por qué te obsesiona tanto. Siga leyendo…

La taza ​está allá vacía sobre mi escritorio y la cucaracha de seguro ​está ahogada en mi patio bajo la “ira titana” de las nubes. De seguro. Pero no están aquí actuando, por lo tanto no obtienes de mi cucaracha, ni de mi té, ni de mi cielo lo que yo. Y si tú fueras yo, tú seguirías sin obtener lo que yo. No puedo traerte la realidad del enunciado al enunciado y por esto estoy a modo de cabra enloquecida dándose de topes los cuernos contra un árbol inamovible, plantado por quién sabe quién, pero del cual el fruto hemos cosechado y comemos.

Cómo me gustaría, pero no puedo. Si te escribo sus miradas con mis palabras, sólo tendrás una representación; si te pinto sus miradas con colores, sólo verás una copia; si te señalo sus miradas con gestos, no conocerás que hablo de aquellas múltiples canicas dementes. Todas iguales oscuras, intensas fijas en mí en las que nada se refleja; atentas muy abiertas por las que me estremezco; ensimismantes sin escapatoria que me envuelven hacia dentro de ellas por un túnel que se rehúsa a terminar. Cómo me gustaría traértelas, pero no puedo. Adjetivo tras adjetivo no es suficiente para que sus miradas traspasen de la ​t a la ​r,​ de la ​a ​a la ​s​, de la ​p a la ​a​, de la ​s a la ​e y vengan a ti íntegras a que las veas. Miradas que se van deshilachando con el llanto como si las lágrimas hubieran estado cosidas por mucho tiempo a sus delgadísimas pestañas ¿Cómo te las describo para que sientas mi aflicción?, pues así es el único instrumento para desplegártelas, pero ¿cómo? si quedo insatisfecha de la manera en que mi cucaracha, mi taza y mi cielo quedan desdibujados con borrones al decir sus nombres.

A pesar que ya no confíe en las palabras, lo escrito aquí se acerca a mi bestia de la manera que algunas gráficas se acercan al cero en el eje: eterna e inalcanzable, pero cercanas. Me irrita que no puedan unirse, estoy enojada contigo porque ¿cómo sabes tú quién soy yo si sólo me he presentado ante ti por medio de lo que digo sobre mí?, ¿Cómo pretendes curarme? Mis

movimientos nunca te han sido estímulo. Vengo a ti masticada y tragada por mi propia boca. Lo que te pongo sobre la mesa de té es un vómito de mí. No me conoces.

Creo, Luisa, que si seguimos viéndonos es porque de alguna manera confías en que te conozco y puedo ayudarte, si te problematiza tanto verbalizar sobre esta bestia que sientes, ¿por qué no usar otro medio para comunicármelo?, además, tengo que decírtelo, es un paso grande el reconocer que uno necesita ayuda, es importante el autoconocimiento, pero con mesura para mantener tranquilidad. Es que no me deja en paz.

En este eterno acercamiento al cero tú y yo nos comprendemos porque jugamos en consenso universal sobre un tablero de significado. Mi inquietud, entonces, es descubrir cómo mover mis piezas, que son iguales a las tuyas, y posicionarlas en donde lo que simbolicen en mi tablero se refleje como espejo sobre el tuyo. Las palabras van bien con lo irreal, su existencia azarosa puede nombrar lo que sea. Lo que no se ve, lo que no se piensa, sino lo que se siente. Replican un lapso de tiempo que no termina sino hasta el último punto y se desdoblan en un espacio tridimensional. Del sentir viene a mí la imagen que no podría ser sin la palabra que no podría ser sin la imagen. Es lo más cercano. Gané el juego si mis piezas llegaron a tu cero con esta avechucha que traigo dentro, la de las miradas.

Ella me sabe como sabes tú y sabes que todos saben a qué huelen las nubes cuando se vacían sobre la tierra sin tener que explicarlo. Siente lo que siento, piensa lo que pienso, sabe lo que sé desde su ángulo cortantefiloso con el que me pica el cuerpo y de la sangre que me escurre se alimenta. A veces se adelanta: cuando yo inhalo, ella ya está exhalando; cuando siento, ella ya

está sufriendo; cuando pienso, ella ya está reflexionando; cuando conozco, ella ya comprende. La siento enorme a un costado de mis valles, al otro; tras mi espalda clavadas sus garras de mis hombros, quebrando mi cráneo con su pico, agujereando mi corazón con un berbiquí que lleva en las manosalas; ante mí dándome la cara un tetzahuitl. Ocupando cada contorno con su cabezota concienzuda que también tiene consciencia, resonando en cada hueco sus voces superpuestas. Siempre alerta, siempre inquisitiva cuando extiende sus plumas infestadas de ojos, deshaciéndose en el dolor que termina enfriándose en mi piel. Siento que me invade como enfermedad, la que tú quieres nombrar. Siento que me oprime con la ligereza de su cuerpo inmenso azul de iridiscencia que sólo refleja mis defectos porque su molleja soy yo; porque su diversión es destrozarme con sus pensamientos que también son los míos. Yo estoy dentro suyo y ella dentro mío. Estoy aterrada de ella y en total desesperanza porque no hay manera en el mundo, en el lenguaje, que estas palabras satisfagan a esta pájara.

Y porque nunca va a ser suficiente:

y nada lo será.

Bueno, Luisa, ya casi completamos la hora entonces me gustaría empezar por agradecer tu sinceridad, entiendo que sea frustrante sentir que no puedes hablar, tal como los bebés, varias veces lo has mencionado, sin embargo creo que lo importante aquí es pensar en porqué sientes la necesidad de darle forma real y exacta a tus sentimientos y cómo puedes estar mejor con la presencia de esta pájara. Es que no puedo sola, no es real si no está también en usted, estoy loca si la pájara es sólo mía. Piensa que a pesar de no tener tu pájara conmigo, mientras le de respuesta a tu palabra, mientras las compartamos, en mayor-menor medida voy a conocerla.

Entonces, ¿cómo la nombrarías tú?

Yo le diría a tu avechucha el gran pavo real onírico azul, me la imagino como el animal orgulloso de plumas hermosas color furia, imagino que es paralizante y muda la boca, imagino que te hace sentir triste, imagino que no te deja pensar bien y que te agobia, ¿te parece bien? No sé, quizá. Lamento que tengamos que terminar por hoy, pero podemos seguir hablando a la próxima, ¿tienes alguna otra pregunta, algún comentario?

Ayer me di cuenta que mi mamá me informó mal y mi té era de limón y flor de azahar, no de mango.

VIDEORELATO #46 BIG WAVES 1

Dana Espinosa | @danoninoo.jpg

Mi nombre es Dana Espinosa, pero me gusta pensar que la que escribe se llama Mima. Soy de Monterrey y estudio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El arte para mí es un refugio cómodo. Últimamente he estado bajo la protección de la poesía de Alejandra Pizarnik y Enriqueta Ochoa, de la música post-punk y de la pintura de Dorothea Tanning.

En un futuro quisiera dedicar mi tiempo entero a producir, sin embargo me interesa por igual la investigación académica. Por ahora, mi tiempo se divide entre actividades escolares y la creación de piezas plásticas y literarias inéditas.