Tuve a mi primer hijo a los 21 años. Me casé antes de tenerlo, y pensé que sería el único que tendría en mi vida. Porque no estaba enamorada de mi esposo. Pero luego me di cuenta que podía dejarlo, y lo dejé. A su hijo y a él. Luego viajé al otro lado del mundo. Ahí conocí un amor, y tuve con él otro hijo.
Pensé en quedarme en ese país, con ese amor y ese hijo. Pero mi amor me dejó, persiguiendo un amor propio. Sola con el hijo, fui a la casa donde creció mi amor y le dejé el hijo a la madre, con una nota:
Este es tu nieto. Cuídalo.
Luego fui a otro país y a otro. Yo ya estaba “al otro lado” del mundo, pero vi que el mundo tenía más lados y fui a conocerlos. Estuve viajando en total trece años, y en esos trece años tuve ocho hijos de amores distintos. Unos menos amores que otros. Pero yo amé a todos mis hijos.
A todos les escribí cartas. Al menos una para cada uno. Para que no creyeran que habían salido de una gota de lluvia o de la tierra como las plantas.
continuará…
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