Vitor Quirene | BIG WAVES 1

causa de buena voluntad | #12

(luz)


No hay nada de voluntario en mi voluntad. Ríe mi madre. Ríe con fuerza cuando mi voz de 8 años suelta frases de mi pensamiento. Mi pensamiento mi mamá lo confunde con poéticas. Por eso ella está segura de que de alguna u otra manera yo siempre seré poeta. Le pregunto si todos los niños son poetas y me responde que sí. Todos los niños son poetas y casi todos, con el tiempo renuncian a la poesía y nunca vuelven a ella. Mamá se muestra muy segura de nosotros.
La imagen es sencilla y llamativa. Allí radica su fuerza. En la casa que dejamos en DF abundaban imágenes de la Virgenmorena, por tal motivo, aquél sticker pegado en el paradero del autobús me hacía sentir vergüenza de mirarlo. El sticker representaba la figura mistificada de la Virgen, pero tenía una abertura por el medio. Un corte vertical irregular se abría como una boca, como una cueva. Cuando veía a la Virgenvagina abierta con sus labios sugeridos sentía vergüenza y excitación. Se lo hice saber a mi mamá y me contestó que según mi buena o mala voluntad sería la imagen que yo vería ahí. No hay nada de voluntario en mi voluntad fue que le solté y se rió.

Ella no renunció a la poesía. La renunciaron. Mi mamá es poeta. Guapa además. Alta, delgada, pechos breves y extensa cabellera. Curva afilada en la cintura. Espalda triangulada. La describo así no porque a mis 8 años tenga la capacidad de cosificar a mi madre. Así tenga el privilegio no lo quiero. La describo así porque ella me traspasó la trampa de la literatura. Escribo sin ningún pudor. Escribo con 18 años en mi cuerpo presente siendo un niño diez años más joven y más ingenuo e incompleto. Sin interés por lo intelectual a pesar de que mi mamá es poeta y escort de lujo para la agencia cultural del municipio. Prostituta de poetas.
La imagen de la Virgenvagina irremediablemente me quiebra al presente verdadero, ese presente que es el único presente. El que dice la poeta Julieta Venegas que es el único que tenemos. Soy escritor, o mejor dicho, quisiera ser escritor porque siempre reniego de mi realidad. Mi alrededor está más jodido que mi interior. En mi interior al menos me engaño que mando yo. Por eso quisiera ser escritor. Me llama la farsa. Me seduce la autoficción. Ello conecta con el mundo. La autoficción como arte de la interpretación.
Por eso quisiera ser escritor porque soy hedonista. Las fiestas nocturnas en la casa de mi madre en las que me mandaba temprano a dormir traían rumores de voces y gemidos que no cesaban hasta la madrugada. Para distraerme y hacer sueño leía los libros de poesía de mi mamá. Y escribía mis versos. En esas fechas yo tenía 13 años. Ya no era un niño. Durante aquel entonces comencé a coger. Algunas noches mi lectura en mi cama fue interrumpida por la penetración de alguno de los poetas u otros artistas invitados de mi mamá.

Por eso quisiera ser escritor porque siento que soy crítico. Sino de qué otro modo trataría de escribir en la barra de un bar repleto de exóticas en sábado a las 11:11 de la noche. Cómo no detenerme a escribir de mi mamá ahora que vengo de su funeral. Le escribiré unos versos entre copas y líneas de coca y gritaré las canciones de sus poetas misóginos favoritos, no faltarán Sabina y Arjona. Próceres de la palabra hispana. Para mí la música que proviene de la radio proviene de la poesía. No es la poesía que me gusta. Es la poesía que conecta con la gente. Entra en las casas más humildes todos los días. Esa poesía es vulgar. Esa poesía es poco elaborada. Esa poesía no es exigente. Esa poesía es gente.
Mi mamá es poeta. También es acompañante de lujo de personajes del mundo cultural. Sus patrones responden a municipio. Si te preguntan tú siempre avienta el mugrero a los del municipio. Por eso quisiera ser escritor y cínico. Mi mamá presumía haberse tirado al finado Óscar Chávez. Me lo tiré bien, repite ya borracha en las fiestas. A mi mamá la tiraron a orillas de la Presa de la Boca. Quieta y callada en un auto de lujo con reporte de robo. El caso no va a progresar. Es evidente que el asesino está sentado en su oficina. El caso está cerrado. No hay nada de involuntario en la voluntad de la inacción.
Mi mamá seguramente no querría ir al cielo, ella preferiría estar con sus amigos.
Por eso quisiera se escritor porque soy egoísta. Porque prefiero escribir unos versos y echar humo por la nariz y por la boca en la barra de un bar, a permanecer en un cuarto velando un cuerpo vacío rodeado de personas que jamás se manifestaron en la vida de mi madre. Pobre. Tanta poesía. En las fotos no permanece su voz. La dulzura de su voz. Por eso quisiera ser escritor, por la falacia. La ilusión y la posibilidad de la venganza.
La Historia se escribe en este bar estridente repleto de vaqueros y travestis, entre cumbias y las décadas pasadas del pop en español. Personajes dionisiacos, dignos de toda tragedia griega. Héroes totales, villanos desalmados, diosas y dioses y villanos y energúmenos.
Por eso quisiera ser escritor, para descifrar la triangulación que existe entre Poesía-la Virgenvagina- y la Cultura. Solamente en esa triada socio-cultural es explicable la muerta de una poeta nunca publicada como mi madre. Escort de lujo con una vida miserable. Viviendo inexplicablemente en departamentos modestos repletos de cajas llenas de cuadernos escritos con versos. Algunos propios, algunos robados. Entre la breve centena de libros de poesía, solamente una novela: Los detectives salvajes. Sus protagonistas: un grupo de jóvenes poetas que viven y se excitan en la Ciudad de México, donde yo nací por casualidad y sin querer antes de llegar a Monterrey sin querer y por casualidad. Así murió mamá. Por casualidad y sin querer. Cómo dejar el quisiera y comenzar a ser el ser. Dejar de querer ser escritor y ser eso que soy. Querer a ese que soy. Amar la orfandad dentro de mí. Amar la orfandad dentro de todes. Amar la verdad oculta en el fondo de esta barra húmeda, lúbrica, hedionda, hermosa barra blanca. En ti se encuentra todo lo que se está por ver.

(oscuro)

Vitor Quirene | #vitorquirene​

Nace en una ciudad veracruzana de nombre impronunciable en 1985, llega a Monterrey en el año 2000. Desde los 13 años se permite escribir, motivo por el cual decidió estudiar letras hispánicas, experiencia que casi lo convence de no volver a escribir. Superando estos episodios continúa escribiendo narrativa, en ocasiones logrando terminar algunos cuentos, en otras abandonándolos. Así como sus personajes escritores, siempre está en busca de algo, quizás la publicación, quizás la desaparición. Alguna de las dos cosas siempre está por suceder.

 

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